La opinión influye demasiado
A tenor de la re-estructuración del sistema de atención urgente local, es decir, el cambio en el equipo que atiende las urgencias extra-hospitalarias, se ha desatado una gran controversia en la opinión pública.
La campaña en redes sociales es notable, así como la presencia en medios de comunicación, siempre con actitud tendenciosa. Siempre sin fundamentos objetivos contundentes.
El cambio implica que las ambulancias antes conocidas como medicalizadas, ya no lo son, en tanto no cuentan en su equipo «residente» o presente y disponible in situ, con un profesional médico. Ante un episodio de atención, el médico se desplaza en otro vehículo solo si es necesario.
No es mi interés entrar a valorar las bases de este cambio, ni la pertinencia. Ni siquiera voy a hacer una revisión del documento, o los documentos, que dieron lugar a esta medida.
Esfuerzos estériles
Tampoco voy a defenderla ni a atacarla. No me interesa tampoco hacer consideraciones acerca del tema de la prescripción de enfermería, de la supuesta pretensión de que el personal de enfermería o técnico efectúe labores de «sustitución» del médico.
Vuelvo a subrayar el carácter francamente tendencioso de estas opiniones.
Solo diré que en ocasiones, más de las que quisiera, tengo la impresión de que la presencia del profesional médico en esos eventos termina por modificar el cuadro, introducir variables confusas en la evolución del cuadro clínico, distraer la atención de manera inadvertida, estoy seguro, y finalmente retardar la definitiva y necesaria atención hospitalaria.
A lo que me refiero es que en ocasiones, muchas, es mejor un traslado rápido y seguro, pero sobre todo rápido, que una intervención o intervenciones que retardan las cosas una, dos y hasta 3 horas. Intervenciones que por otra parte no añaden valor en la corrección de las alteraciones fisiopatológicas de un evento agudo que amenaza la vida de un paciente. Intervenciones que, en cambio, sí son capaces de poner en riesgo al propio paciente.
Anécdotas tengo algunas, que pueden ser anécdotas, pero que ocurren por el excesivo celo, o por la actitud de poder y el sentimiento de autosuficiencia del profesional médico.